Los Juegos de Invierno de Pekín en lo que respecta al esquí alpino son una absoluta incógnita. Ninguno de los atletas que tomarán parte en las seis carreras conoce a qué tipo de pista se va a enfrentar. Asia no es parada frecuente de la Copa del Mundo y la pandemia de Covid impidió la pasada temporada realizar una prueba preolímpica.
Ningún participante podrá utilizar la Rock, la pista de velocidad, hasta mañana cuando tenga lugar el primero de los tres entrenamientos masculinos para la carrera del domingo, primera de alpino del calendario olímpico de Pekín. “Hay preguntas sin respuesta y habrá que hilar fino”, dice el ya retirado Ted Ligety. “Buena parte de mi oro en el gigante de Sochi se lo debo al haber podido entrenar en aquella pista. Poder hacerlo antes de la carrera te reduce la tensión y esquías con mayor soltura”, añade. Su compatriota River Radamus, que acude a sus primeros Juegos, apunta que “no sabemos dónde nos estamos metiendo. Pero va a ser emocionante”.
Mil detalles por conocer
Cada desnivel del terreno, bache o detalle topográfico habrá que memorizarlo muy rápido porque supone ganar o perder centésimas. Eso puede aumentar el peligro en un deporte ya de riesgo. Vincent Kriechmayr se siente cómodo ante lo desconocido. “Me gusta, no me da miedo”, ha dicho el vigente campeón del mundo de super G y de descenso.

Sofia Goggia, que debe defender su título olímpico de descenso, lucha contra el tiempo para recuperarse de la lesión que sufrió en Cortina d’Ampezzo y augura que “quien sea bueno reteniendo datos y estudiando bajadas va a tener una ventaja”. La de Bérgamo sí pudo probar, y ganar, la pista en la que se colgó el oro más preciado por un deportista.
Markus Waldner, director de carreras de la Copa del Mundo, avisa que “son pistas difíciles y exigentes en las que el viento puede jugar un papel importante”. De la pista del descenso dice que “tiene distintos tipos de terrenos, secciones largas y de mucha inclinación y un buen salto final”.
Dos campeones suizos, Bernard Russi y Didier Defago, son los ‘padres’ de la pista Rock de Yanqing, el centro alpino de estos Juegos. Russi es campeón olímpico de descenso (Sapporo 1972) y doble campeón del mundo de la disciplina en la cita nipona (un oro olímpico equivalía a uno mundial) y dos años antes en Gardena. Ganó también dos veces el Globo de la especialidad y ha diseñado casi todas las carreras de descenso desde 1988. Para la Rock necesitó siete años para crear un perfil de descenso con formato de clase mundial. la ha asemejado con el descenso de la Birds of Prey de Beaver Creek.
Defago, campeón olímpico de descenso en Vancouver 2010 y retirado cinco años más tarde, ha sido el estrecho colaborador de Russi. El portillón de salida de la Rock para el descenso está situado a una altitud de 2.179 metros y salva un desnivel de 894 en sus 2.950 metros de trayecto. La única información de la que se dispone son dos videos que se enviaron el año pasado a los comités olímpicos. En uno de ellos se ve a un esquiador aficionado bajando y el otro es una vista general desde varios drones. Poca información para lo que hay en juego.
Manejar la presión y el reto de Shiffrin
Unos Juegos Olímpicos son el sueño de cualquier atleta. Colgarse el oro supone una consagración de por vida. La carga psicológica es muy grande y las exigencias, externas y del propio deportista, van a más en un mundo en el que las redes sociales, con sus perpetuas polémicas, no ayudan en nada.

Mikaela Shiffrin, que en Pekín quiere tomar parte en las cinco carreras individuales, se ha referido a ello denominándolo “sumandos de presión”, que pueden ser situaciones vividas por el deportista o su entorno y la exigencia procedente de los medios tradicionales y las redes sociales. Shiffrin, oro en gigante hace cuatro años, ha mencionado a la gimnasta Simone Biles, protagonista de una situación que dio mucho que hablar hace seis meses en los Juegos de Tokio. La presión a la que estaba sometida la hizo retirarse en la final por equipos de gimnasia artística, alegando problemas de salud mental. No compitió en las finales de concurso completo ni en las de los tres primeros aparatos, pero sí disputó la de la barra de equilibrios donde ganó el bronce.
Marta Bassino aporta su visión diciendo que “somos deportistas, no máquinas. Por lo tanto, está bien y es normal cometer errores. Todos estamos a veces incómodos y tenemos días malos y debilidades”.
Por si fuesen pocos obstáculos, está el tema del Covid. El esloveno Martin Cater no ha podido viajar a Pekín al dar positivo y hay un buen número de deportistas, técnicos y federativos (el presidente del CONI, Giovanni Malagò, es uno de ellos) que han tenido que ser aislados en la sede olímpica al dar positivo.