Todo está a punto en Soelden para que el sábado arranque la Copa del Mundo de esquí alpino con un gigante femenino. El reto de los organizadores austriacos es grande y los detalles a tener en cuenta, inmersos en una crisis vírica de alcance mundial, abarcan muchos ámbitos. Desde el viaje de los deportistas hasta la ceremonia del podio, sin olvidar el viaje de vuelta de los atletas, todo ha de estar perfectamente programado y sincronizado.
Ya quedó claro que no iba a haber público ni en Soelden ni en el resto de carreras, quedando todo pendiente a la evolución del virus. A los que participen en el evento, sean organizadores, deportistas, técnicos y entrenadores o periodistas se les exige un test PCR negativo cuya antigüedad no sobrepase los tres días.
Son cuatro las áreas en las que se han dividido a todos los que estarán presentes este fin de semana en Soelden. Se las distinguen por los colores de la acreditación. Deportistas, personal de servicio y de la FIS son de color azul. El rojo identifica a empleados de empresas externas, el amarillo a los trabajadores de la ORF, la televisión austriaca que tiene la señal, y los inviatdos especiales, no más de doscientos, llevan una acreditación verde. Todos estos grupos estarán alojados en sus correspondientes hoteles, sin mezcla de otros colectivos.
La ceremonia del podio también será diferente. No habrá entrega de trofeos ni apretones de manos; los deportistas los recogerán ellos mismos. Si se da el caso de algún positivo será aislado de inmediato y el afectado deberá permanecer diez días en cuarentena. Todo es muy incierto y la estabilidad de la competición está en el aire. Markus Waldner, director de la FIS para las carreras, ya manifestó que «el próximo invierno será una cuestión de supervivencia».