
Los Juegos Olímpicos son la máxima expresión del deporte. Cada cuatro años reúnen a los mejores especialistas, sean de verano o de invierno. Pero en los últimos años han sido numerosas las candidaturas fallidas, e incluso ha habido referendums entre la población cuyos resultados han sido contrarios a albergar una cita olímpica.
El COI debería replantearse su nivel de exigencia. Son ya demasiados ejemplos de infraestructuras abandonadas, instalaciones fantasmas que en cuanto se acaba la competición entran en una rápida fase de deterioro. El último ejemplo es Pyeongchang, donde hace apenas siete meses se clausuraron los Juegos de Invierno. El panorama es desolador, con disputas entre las administraciones sobre quién paga el mantenimiento de pistas de esquí que se abrieron paso a costa de talar bosques, con los telesillas parados, la pista de patinaje de velocidad no se ha vuelto a usar, lo mismo que el centro de hockey, las pistas de bobs o los trampolines de los saltos. De momento es la provincia de Gangwon, que ejerció de anfitriona, quien está costeando los cuatro millones y medio de euros anuales que cuesta el mantenimiento de unas instalaciones que nadie utiliza.
Once mil millones de euros
Corea del Sur invirtió once mil millones de euros en los Juegos de Pyeongchang, que incluyen los 93 millones que costó el estadio olímpico, derruido tras la ceremonia de clausura del pasado 25 de febrero. La administración provincial sueña con mantener una estación de esquí para impulsar la economía de una de las zonas más pobres del país. Se niegan a aceptar un fracaso evidente.
Sangho Yoon es uno de los principales responsables del Instituto de Investigación Económica de Corea del Sur. Y sus palabras a AP no dejan lugar a dudas: “Alguien tendrá que pagar, sea el gobierno nacional o el regional. Y los precedentes de otras ciudades que albergaron Juegos Olímpicos no es muy prometedora. Muy pocas de ellas han logrado un impacto significativo en el turismo tras los Juegos”.

El Instituto de Desarrollo de Corea del Sur, dirigido por el Ministerio de Finanzas, ha tenido un plazo de seis meses concedido por el gobierno nacional para elaborar un estudio que permita decidir qué hacer con todas estas infraestructuras. Se ha lanzado la idea de proponer a Corea del Norte ser coanfitrión de los Juegos Asiáticos de Invierno de 2021. Pero de momento no es más que un idea. Otro proyecto que ha salido del encuentro entre los líderes de los dos países, Moon Jae-in y Kim Jong Un, es el de presentar una candidatura conjunta para los Juegos de Verano de 2032. Pero el tema ha quedado, de momento, más en un deseo con pocos visos de hacerse realidad.
Sangho Yoon ofrece la alternativa de mantener las instalaciones y que puedan servir de lugar de entrenamiento para los deportistas que acudan a los Juegos de Invierno de Pekín 2022.
El COI nunca pierde
En un ejercicio de cinismo el COI reprocha ahora la construcción de lugares tan costosos y asegura que advirtió a los organizadores para que no derrochasen. Paradójicamente es el propio COI quien pide una serie de requisitos sobre unas infraestructuras que acaban abandonadas en cuanto finaliza el evento.
Esta semana Sapporo ha retirado su candidatura a los Juegos de Invierno de 2026, la de Milán y Cortina d’Ampezzo ha sido descalificada por el propio gobierno italiano. Quedan las de Calgary (Canadá), Estocolmo (Suecia) y Erzurum (Turquía). Dentro de un año se sabrá la sede. Calgary realizará un referendum no vinculante entre la población el 13 de noviembre, el COI parece que desea un anfitrión dentro de la tradición invernal occidental y Estocolmo no cuenta con un apoyo claro del gobierno sueco.

Todo ello obliga a una reflexión. Ya son demasiadas ciudades anfitrionas de citas olímpicas que no saben qué hacer con unas instalaciones carísimas y con el nivel de exigencia difícil de asumirque impone el COI, que es quien de verdad hace el negocio redondo. En los últimos años media docena de aspirantes han visto sus aspiraciones frustradas por medio de referendums. Y es que se ha creado un monstruo que al COI se le ha escapado de las manos. Los controles previos a los Juegos para comprobar el ritmo de obras y calidad de instalaciones son puntillosos y exigentes. Una vez finalizados los Juegos se acabaron los controles y las exigencias. Unos Juegos Olímpicos ya no son garantía de ingresos y bienestar para el país organizador. Más bien todo lo contrario.