Innsbruck, la capital europea del arte, la historia de un imperio y el esquí

La capital del Tirol ofrece una gran variedad de ofertas culturales y deportivas y la posibilidad de conocer buena parte de la historia de la Casa de Habsburgo

Vista de Innsbruck desde Nordkette, la estación de esquí más cercana a la capital del Tirol

Innsbruck es un destino que cualquier amante del esquí debe visitar por lo menos una vez. La capital del Tirol es el centro neurálgico que enlaza nueve estaciones muy cercanas que suman un total de 300 km de pistas servidas por más de noventa remontes que puede disfrutarse con un forfait común. Pero además de ser un enclave en el que el esquí es uno de los motores de esta población de 120.000 habitantes, es la única ciudad imperial ubicada en los Alpes. Y lo es desde finales del siglo XV, cuando el emperador Maximiliano I instalase allí su corte.

Innsbruck no es un centro invernal cualquiera porque va mucho más allá del esquí y de la infinita oferta de actividades en la nieve. Adentrarse en su casco histórico, admirablemente conservado, supone retroceder en el tiempo para retroceder a una época fascinante de la que quedan multitud de testimonios.

Ciudad monumental

Como el castillo Schloss Ambras, de estilo renacentista y situado en una de las colinas que dominan la ciudad. Fue reconstruido en el siglo XVI en el lugar de su precedente levantado en el siglo X. Fue la residencia del archiduque Fernando II de 1563 a 1595.

 

El tejado dorado es uno de los símbolos más característicos de Innsbruck
El tejado dorado es uno de los símbolos más característicos de Innsbruck

 

Todo Innsbruck está salpicado de referencias históricas y a cada paso hay que detenerse para admirar desde edificios legendarios a cualquier detalle de su bien cuidado casco histórico. Sin buscarlo, el visitante se topará con el imponente Hofburg o Palacio Imperial del siglo XV, la Iglesia de la Corte, que alberga la tumba de Maximiliano, el monumento fúnebre imperial más importante de Europa, o el mundialmente famoso tejado dorado de Maximiliano I  que preside la Marie Therese Strasse, donde en diciembre se instala un mercadillo navideño que atrae a turistas de todo el mundo. El tejado dorado lo hizo construir Maximiliano I, en una mezcla de gótico y barroco, para Blanca Maria Sforza de Milán, su segunda esposa.

Innsbruck no se ha cerrado al mundo, todo lo contrario. Podría haber vivido de sus recuerdos y palidecer con el paso del tiempo. Pero sus habitantes son gente dinámica y con iniciativa, orgullosos de su tierra y dispuestos a abrirse y enseñarla a los visitantes. Es por eso que la ciudad es un centro universitario de gran importancia y sede de numerosos congresos.

Historia y deporte, íntimamente ligados

Su ubicación geográfica ha permitido a Innsbruck consolidarse como un centro neurálgico del esquí en los Alpes tiroleses. Es la única ciudad que ha acogido en dos ocasiones unos Juegos Olímpicos de Invierno, en 1964 y 1976, y la cultura de la nieve está arraigada en sus habitantes como parte de su personalidad.

Hasta nueve estaciones de esquí rodean a Innsbruck. La más cercana es Nordkette, a la que se llega tras un viaje de veinte minutos, primero en un funicular y después en un teleférico en una experiencia visual digna de vivirla, tanto si se esquía como si no.

Tras Nordkette, la más cercana es Axamer Lizum. Es una de las más visitadas, muy familiar y fue la sede de los primeros Juegos de Invierno. En ella hay dos pistas olímpicas y gracias al funicular Olympiaexpress la fluidez de tránsito es sorprendente. Allí no hay colas por muy grande que sea la afluencia. Además, cuenta con pistas para todos los niveles y gustos. Visita obligada si se viaja a la capital del Tirol.

 

Kühtai es la estación austriaca a mayor altitud, exceptuando glaciares, y con una fuerte presencia de los Habsburgo
Kühtai es la estación austriaca a mayor altitud, exceptuando glaciares, y con una fuerte presencia de los Habsburgo

La estación de esquí más alejada de Innsbruck es Kühtai. Son 40 minutos de coche que vale la pena hacer para llegar al centro invernal más alto de Austria si se exceptúan los glaciares. Su cota baja está ligeramente por encima de los dos mil metros y tiene nieve asegurada durante toda la temporada. Desde 1497, con Maximiliano al frente de la dinastía, es terreno de caza de la familia imperial. Pistas amplias, un paisaje de ensueño y una nota que la distingue de las demás es el palacete del Conde Stolberg zu Stolberg, bisnieto de la emperatriz Sisi y construido en 1624 por el archiduque Leopoldo. Propiedad de los Habsburgo, es el monumento histórico a mayor altitud de toda Austria y en la actualidad funciona como restaurante y hotel con unas habitaciones sorprendentemente conservadas desde hace cinco siglos. Un bisnieto de la emperatriz está al frente del palacete y no es raro verle departir con los clientes trasmitiéndoles algunas de las vicisitudes por las que han pasado tanto el palacete como su familia.

 

Para emociones fuertes, las pistas de Pastcherkofel con sus más de mil metros de desnivel que invitan a descensos en los que la adrenalina se dispara. Fue en ese escenario donde Franz Klammer, uno de los héroes del esquí austriaco, se proclamó campeón olímpico y mundial en un descenso que ha pasado a la historia de este deporte.

En el Monasterio de Maria Waldrast los propios monjes cocinas y sirven las comidas mientras un grupo musical interpreta piezas religiosas y populares tirolesas
En el Monasterio de Maria Waldrast los propios monjes cocinas y sirven las comidas mientras un grupo musical interpreta piezas religiosas y populares tirolesas

Otra experiencia digna de vivir es alojarse en el Monasterio de Maria Waldrast, donde la cena se convierte en una vivencia monacal. Son los propios monjes los que cocinan y sirven las mesas mientras una orquesta mezcla temas religiosos con canciones tradicionales tirolesas. Tras la cena se ofrece la oportunidad de un divertido descenso en trineo para despejar los sentidos.

Gastronomía, un punto y aparte

La gastronomía de Innsbruck merece capítulo aparte. Allí se come mucho y muy bien pues no se trata sólo de alimentarse sino de reponer las fuerzas que se llevan el frío y el desgaste físico en la montaña. Los platos fuertes se basan en la carne o el pescado acompañados de legumbres. Estofado de venado, chuletas de cerdo o la trucha frita son tan famosos como sus acompañamientos, como los knödel, unas albóndigas que pueden llevar espinacas, queso o beicon. Sin dejarse la sopa de carne, o la carne hervida o ahumada. Ni el Wienerschnitzel, un filete empanado importado de Viena pero que es muy popular en la zona.

El Tiroler Bergkäse es uno de los quesos más apreciados de la región
El Tiroler Bergkäse es uno de los quesos más apreciados de la región

Los quesos merecen atención especial, muchos con denominación de origen como el Tiroler Almkäse, Tiroler Bergkäse, Gailtaler Almkäse y el Tiroler Graukäse. La repostería es variadísima y lo más popular es la Sachertorte, tarta de chocolate con mermelada y albaricoque, el Apfelstrudel, un brazo de gitano de hojaldre con manzana, frutos secos y canela en su interior, y las Plätzchen, unas pastas navideñas, por destacar algunos.

Para beber, mejor el vino blanco que el tinto. Si se busca algo ligero, mejor decantarse por el Spritz, vino blanco con agua con gas. Hay refrescos sin alcohol como el Almdudler, a base de hierbas, y la variedad de licores es inmensa. Pero sólo para naturalezas que encajan bien el golpe de las altas graduaciones.

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