El freestyle mezcla la velocidad del esquí alpino y la agilidad de la gimnasia. La modalidad blanca usa barandillas, rampas, saltos o cajones para ejecutar acrobacias y los trucos desafían la ley de la gravedad. Impulsado por el skate y el surf, el freestyle se ha hecho un hueco dentro y fuera de las pistas de esquí.
La actividad comenzó en los años 1930, cuando esquiadores noruegos realizaban acrobacias durante entrenamientos de esquí alpino y nórdico. Más tarde se comenzaron a realizar exhibiciones de esquiadores no profesionales en los Estados Unidos.
El freestyle se practica con esquís de doble espátula o tabla de snowboard. El rider aprovecha la jornada blanca sorteando módulos del snowpark. Pese a ello, hay quien da rienda suelta y aprovecha la ondulación natural de la montaña.